*Artículo de opinión de Alberto Bonilla, Secretario de Comunicación, publicado en Diario de Navarra el 26 de enero de 2018

 

Navarra no es Cataluña. No tiene nada que ver. Ni su población, ni su historia, ni sus tradiciones tienen demasiadas conexiones más allá del relato de las guerras carlistas y algún que otro catalán que nos hemos ido dejando caer por aquí con el paso de los años, y viceversa. Comparar el momento dramático que se vive en Cataluña con la situación actual de bienestar en Navarra es, sin duda, una afirmación descabellada, un discurso alarmista y una película de tintes apocalípticos alejada de la realidad. Es una locura impensable comparar dos comunidades que, sinceramente, no tienen nada que ver. Nada.

A no ser… A no ser, claro, que estemos comparando el actual cuatripartito de tinte nacionalista, sustentado por la izquierda abertzale, con el anterior gobierno nacionalista de Puigdemont, apoyado por los radicales de la CUP. Se parecen, pero tampoco diría que la conexión es tan clara. O a no ser que, yo que sé, alguien haya pensado que los continuos pronunciamientos de nuestra Presidenta acerca del “encuentro”, “unión” o “anexión” de Navarra con el País Vasco tengan algo que ver con los Països Catalans que algunos se han inventado. A lo mejor es una asociación cogida con pinzas o frases del pasado pero ya ha venido la consejera Tapia a resfrescárnoslo, varias veces por cierto. En este sentido, ¿qué va a tener que ver la retirada de banderas oficiales de las instituciones catalanas en favor de la ‘estelada’ con que ondee la ikurriña en algunos ayuntamientos de Navarra? Llamadme fanático pero quizás se pueda establecer un pequeño símil ahí.

Y fíjense que es posible que algún quisquilloso me venga a contar también que la supuesta promoción de un modelo lingüístico en una determinada lengua, como podría ser el euskera, se ha acabado transformando en una imposición de algunos gobernantes obsesionados con dejar a algunas familias y sus hijos fuera de sus escuelas, pero no, yo quiero pensar que esto no es así. Que todo se ha llevado a cabo para fomentar la rotación de los niños navarros en el sistema educativo y mejorar la movilidad de esas familias hacia otros barrios cuando tienen que llevar a sus hijos al cole. Cuanto más lejos esté tu escuela, más bonito el paseo que te das. Puede ser también que la reciente encuesta que el Ayuntamiento de Pamplona ha costeado para saber qué comercios rotulan en euskera no tenga ninguna relación con las multas en Cataluña a los establecimientos que no rotulan en catalán. Es posible que comparar las dos cosas sea de locos pero a mí me suenan parecidas, a sabiendas que una de las preguntas de la encuesta incluso se plantea subvencionar a los comercios el rotular en euskera. Seguro que a los comerciantes de Pamplona ese dinerito extra les ayuda a olvidar la amabilización del centro de la ciudad, Pío XII y el ‘top manta’ sin control en los Sanfermines.

Y ya que estamos con el euskera, tampoco creo que haya por dónde coger la relación entre ayuntamientos como el de Berrioplano, fomentando cursos para niños de “jugar en euskara”, con campañas en Cataluña como “I tu, jugues en català?” o aquellas pancartas que hemos podido disfrutar en los recreos de algunos colegios catalanes con el lema “Al pati parlem en català!”. Supongo que los precursores son los mismos que conocen a Tutera como la segunda ciudad en población de nuestra comunidad.

Sí, es verdad, a lo mejor no tiene nada que ver Cataluña con Navarra. Y tras leer estas líneas pueden tildarme de “facha”, “charnego navarro”, o lo quieran, que ¡a mí, plín!, estos halagos ya los he vivido. Pero también he vivido cómo el crecimiento de un sentimiento independentista se alimentaba artificialmente, se subvencionaba con dinero público y se llevaba a la práctica con pequeñas, pequeñísimas cosas como las anteriormente mencionadas. Lo peor es que algunos dirán que se está vendiendo el apocalipsis cuando en Navarra se vive de momento todo con mucha normalidad, y en parte es cierto, pero por otra parte también es verdad que una situación como la de Cataluña no se construyó en dos días. Los catalanes tenemos un refrán para esto: “De mica en mica s’omple la pica”. Las cosas llegan con paciencia, y el nacionalismo casi nunca tiene prisa

 

Alberto Bonilla

Secretario de Comunicación de Ciudadanos Navarra