**Artículo de opinión de Ruth Goñi en Diario de Navarra el 25 de septiembre de 2020
Los españoles hemos visto en todos los medios de comunicación la foto de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, con la diputada de EH Bildu Mertxe Aizpurua para negociar los próximos Presupuestos Generales del Estado. Por cierto, del Estado español, ese del que reniegan y son acérrimos opositores los diputados de la formación abertzale.
Aunque, reconozcámoslo, la imagen no es nueva. Una imagen muy similar ya la vimos en Navarra el pasado mes de noviembre cuando los parlamentarios Adolfo Araiz y Bakartxo Ruiz se sentaron en el despacho de la presidenta María Chivite para supuestamente negociar y, posteriormente, aprobar los Presupuestos de la Comunidad Foral.
Para ambas fotos, los representantes de EH Bildu se tuvieron que poner la careta blanca para tapar la apología del terrorismo por la que fue condenada la ahora diputada y el voto favorable de Adolfo Araiz a la ponencia Oldartzen, donde Herri Batasuna apoyó la “socialización del sufrimiento” por parte de ETA. Tampoco será la primera vez que veamos reunidos representantes del PSOE con la gente de Bildu. El pasado mes de diciembre la portavoz socialista en el Congreso de los Diputados, Adriana Lastra, se reunió con Mertxe Aizpurua y Oskar Matute para tratar de alcanzar un acuerdo de investidura de Pedro Sánchez.
Este acuerdo tampoco supuso una primicia. Cuatro meses antes, EH Bildu ‘cedía’ cinco de sus parlamentarios para que María Chivite fuera elegida presidenta de Navarra. Ya lo recordó posteriormente la parlamentaria Bakartxo Ruiz a Chivite, “recuerde que nosotros tenemos la llave que abre y cierra puertas, estará en nuestras manos”.
Ni tan siquiera la foto que hemos visto del colegueo entre Pablo Iglesias y Mertxe Aizpurua, Podemos y Bildu, es nueva. En Navarra, ambas formaciones no solo fueron coleguitas, sino que compartieron cuatripartito, el que respaldó la pasada legislatura al Gobierno de la entonces presidenta nacionalista, Uxue Barkos. Es cierto, en aquel Ejecutivo no estuvo el PSOE, pero les sirvió a los socialistas para comprobar que era posible blanquear a quienes nunca condenaron los asesinatos de tantos navarros y que, además, no pasaba nada.
De esta forma, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha utilizado a Navarra como su banco de pruebas, su laboratorio particular, el territorio donde ensayar su proyecto para agarrar su sillón a toda cosa. Así, lo que los socialistas hacen en Navarra es lo que posteriormente veremos en el Palacio de la Moncloa. Pero ¿por qué Navarra? La respuesta es clara. Navarra le importa poco, por no decir nada, a Pedro Sánchez.
La Comunidad Foral cuenta con unos 640.000 habitantes, apenas el 1,4% de la población. Por lo tanto, si algún ensayo sale mal, los españoles perjudicados son pocos. Al mismo tiempo, en Navarra hay alrededor de 500.000 votantes, de los que 83.734 votaron al PSOE en las últimas elecciones generales. Por lo tanto, si la prueba sale mal, no se pierden demasiados votos.
Del mismo modo, los medios de comunicación, aunque tengan un carácter nacional, centran casi toda su información en Madrid y en Barcelona, ciudades donde acumulan la mayor parte de sus lectores, oyentes y televidentes. Por lo tanto, lo que suceda en Navarra, los errores que se cometan en Navarra, pasan completamente desapercibidos. Nadie se entera de las barbaridades que el PSOE pueda cometer en una pequeña región, escasamente poblada y situada allí, a 400 kilómetros de La Moncloa.
Esta tesis se ha visto perfectamente refrendada durante el estado de alarma que ha azotado nuestro país. Las decisiones del Gobierno central se tomaban sobre todo el territorio nacional, no era posible regionalizarla. Por lo tanto, Pedro Sánchez no tenía posibilidad de ensayar sus medidas en un solo territorio, por lo que la presidenta Chivite se ha limitado a reflejar las decisiones tomadas para el conjunto del territorio español. No ha tomado ninguna decisión propia que sirviera como banco de pruebas para La Moncloa.
Así pues, de esta forma, no nos escandalicemos si en los próximos meses vemos a un Gobierno de Pedro Sánchez cediendo a los requerimientos de Bildu con tal de obtener su voto favorable a los Presupuestos. Es una imagen que ya se ensayó en Navarra. Se ensayó y se ejecutó: Chivite es presidenta gracias a Bildu y los Presupuestos de Navarra se aprobaron gracias a Bildu y ¿qué pasó? Nada. Es grave, asqueroso, diría yo. Pero no ha pasado nada y ya es oficial que Bildu es un interlocutor más para el PSOE y que este les ha lavado la cara por un sillón.