Hace ya unos días que terminaron unos Juegos Olímpicos históricos marcados por la pandemia global que está viviendo el mundo entero y que nos han mantenido a millones enganchados al televisor durante sus tres semanas de competición. La participación de la delegación española, con 17 medallas, nos ha dejado en algunos casos un sabor agridulce pero nos ha adentrado en otras muchas disciplinas como la Kata, la escalada o el tiro olímpico en las que nuestros deportistas han obtenido el mayor reconocimiento de todos, la medalla de oro.

En lo que concierne a Navarra, junto a las dos medallas de plata de nuestros futbolistas Mikel Merino y Jon Moncayola y la de bronce de Eduardo Gurbindo en balonmano, también hemos podido disfrutar de los madrugones a horas intempestivas de esa revelación que es Asier Martínez, de la casi medalla de Alberto Munárriz y los suyos en el agua, de la emoción que nos han brindado Nerea Pena y las guerreras del balonmano, de los golpes de la golfista Carlota Ciganda o de la aplaudida autocrítica de Sergio Fernández tras ser eliminado en primera ronda de los 400 vallas.

Lo que queda claro es que, independientemente del resultado, para cualquier deportista el premio es estar ahí. Vivir una experiencia irrepetible en la vida y hacernos disfrutar de unas disciplinas que no tienen el foco de otros deportes más mayoritarios pero que nos revelan muchas de las grandes virtudes y valores que impregnan la práctica deportiva.

Pero este desigual interés mediático y la situación precaria de muchos deportes se vislumbra también de forma clara en las prestaciones e infraestructuras deportivas con las que cuentan muchos de nuestros deportistas y federados en Navarra. Resulta casi un milagro que un chaval como Asier Martínez se colase en una final olímpica teniendo que entrenar en una comunidad en la que llueve o nieva durante un tercio del año y que no cuenta con una pista cubierta para no echar a perder decenas de jornadas de entrenamiento. Lo mismo ocurre con otras disciplinas deportivas como el rugby, el béisbol, el tenis de mesa, la natación… cuyas federaciones llevan años pidiendo una instalación decente, insisto, decente, para poder entrenar y preparar a sus profesionales y amateurs y siguen esperando que llegue su turno.

Cuando uno se pone a revisar las partidas nominativas de los últimos Presupuestos Generales de Navarra destinadas al deporte, además de observar que no se centran tanto en las necesidades de los municipios como en el color del partido político de turno, se ve de forma clara que están destinadas a deportes que cuentan con muchísimo mejor equipamiento e infraestructuras que otros. Y no, no se equivoquen, la pelea nunca debe ser entre federaciones y deportes y su desigual atención por parte de las instituciones públicas. Es más, hay que alegrarse y felicitar a toda esa gente que, independientemente del deporte que defiendan, llevan años trabajando para mejorar sus prestaciones.

La cuestión aquí es si el Gobierno de Navarra, más allá lanzar tweets congratulándose por los éxitos de nuestros deportistas, tiene algún plan concreto para el deporte de Navarra y las disciplinas con mayores necesidades. Y la respuesta es que a día de hoy no. Llegamos al ecuador de la legislatura y seguimos sin un Plan Director de Instalaciones Deportivas, aunque no cabe duda de que el Gobierno se apresurará a anunciar algo cuanto antes y así tratar de tapar que llevamos dos años perdidos en esta materia. Es su modus operandi: les señalas sus deficiencias y hacen el anuncio de rigor.

Hemos escuchado promesas. Hemos visto cómo todo se retrasaba mediante un censo de instalaciones deportivas del que tenía que salir un estudio, y de ese estudio un plan, y de los que seguimos sin saber nada. No hay resultados del estudio (prometieron que lo tendrían para junio) y no hay plan de infraestructuras a las puertas del diseño de los Presupuestos.

Entre tanto, las entidades locales, federaciones y deportes más necesitados siguen sin saber nada de un Departamento de Cultura y Deporte al que parece que hay que pedirle audiencia para mantener una mínima conversación acerca del futuro de las diferentes disciplinas deportivas de Navarra. Y no resulta extraño este modo de funcionar por parte del Instituto Navarro de Deporte ya que esa intransigencia y falta de escucha la hemos padecido también con el polémico relevo en la Dirección del Centro de Estudios, Investigación y Medicina del Deporte de Navarra (CEIMD) en el que el Gobierno se ha opuesto a buscar una solución posible para uno de los centros de referencia del deporte a nivel internacional, en contra del criterio de profesionales, deportistas, técnicos y médicos de Navarra y de toda España. Luego, cuando llegan los éxitos de nuestros deportistas, a todos nos gusta celebrarlos pero cabe recordar que estos no se asientan en la casualidad sino que son el fruto de trabajo de muchos años. Como el que han desempeñado durante muchísimo tiempo en centros como el CEIMD con un modelo de éxito de décadas que el Gobierno ha fulminado. Ellos sabrán.

Acabar con lo que funciona y no apoyar a quienes lo necesitan se ha convertido en la seña de identidad de un departamento en el que el Deporte tan solo es un sugestivo apellido repleto de promesas, plazos y compromisos que no se cumplen. Después de todo no resulta ya raro que ni siquiera se haya hecho un acto de recibimiento institucional de nuestros olímpicos tras los Juegos porque total… ¿de qué iban a hablarles?

Alberto Bonilla es parlamentario foral por Navarra Suma y miembro de Ciudadanos