**Artículo de opinión de Sara Climent publicado en Diario de Navarra el 18 de octubre de 2018

Se suele decir que hay personas que nacen con estrella y otros que nacen estrellados. Siempre he estado convencida de que pertenezco al segundo grupo ya que en la mayoría de momentos clave, la suerte me es esquiva.

Cuando mi marido y yo quisimos formar una familia, nunca pensé en que tuviera dificultades en lo relacionado con la conciliación familiar, ni tampoco pensé que fuéramos a afrontar grandes dificultades económicas. Tengo horarios muy similares a los de los niños y, aunque mi marido los tiene algo más complicados, nos podemos organizar.

Pero cuando hemos visto que algunas cosas te ahogan y que puedes y debes recibir cierto apoyo del Estado -un apoyo imprescindible en una sociedad que necesita desesperadamente de niños para dar la vuelta a la pirámide poblacional- ahí nunca hemos tenido la suerte de contar con ningún apoyo.

En enero de 2011, acababa la ayuda de 2.500 euros que el gobierno Zapatero daba por hijo, el llamado “cheque bebé”, mi hija mayor nace en abril de ese año. No nos llegó.

Al querer incorporarme a mi puesto de trabajo, quise llevar a mi hija a una escuela infantil municipal, porque además de creer en la educación pública, suelen ser más económicas, pero no pude por falta de puntos. ¿El problema? Se me ocurrió vivir en una población sin escuela infantil y no había plazas para mi hija en las de alrededor.

Tengo tres hijos y mi marido “ha disfrutado” de tan sólo dos semanas de permiso de paternidad con cada uno de ellos. Poco tiempo después, Ciudadanos negociaba el nuevo permiso de paternidad que se ampliaba de tres semanas a cinco. Llegábamos otra vez tarde.

Para colmo de males, cuando por fin mis hijos menores iban a la misma escuela infantil, que estaba justo al lado del cole de mi hija mayor, cuando pensaba que ese año el encaje de bolillos iba a acercarse un poco a una conciliación real, ese mismo año al Ayuntamiento de Pamplona se le puso en la nariz expulsar a mis hijos de su escuela. Escuela en la que estaban ya matriculados y que iba a proceder a un cambio de modelo lingüístico, y no, no se iba a hacer como se realiza siempre, de forma progresiva, sino que se iba a hacer de golpe y porrazo. Mi familia y otras muchas, en la calle. Ese curso tuve que sacar al pequeño del barrio de sus hermanos y buscar una escuela infantil privada en la que pudiera seguir ejerciendo nuestro derecho de educar a nuestros hijos donde y cómo mejor consideremos.

Pero lo mejor de todo es la nula ayuda que la hacienda navarra ha dado durante los últimos años a las madres trabajadoras. Una ayuda que se proporciona a nivel estatal, que yo reclamé, y que se me denegó por ser ciudadana de esta comunidad.

Y ahora, mi derecho a que me devuelvan el IRPF cobrado ilegalmente en mi baja maternal, que no voy a poder reclamar de mis hijos mayores porque ha prescrito después de cuatro años, la señora Barkos también me lo deniega. Porque en Navarra no hay exención por maternidad.

Señora Barkos, se lo ruego, explíqueme en qué me beneficia la hacienda navarra; por qué debería seguir defendiendo la desigualdad entre ciudadanas de un mismo país. Porque la verdad es que durante todos estos años solo he hecho que perder poder adquisitivo y de conciliación. Y lo único que este gobierno nos da, realmente, son ganas de manifestarnos y decir hasta aquí, no tenemos porque seguir haciendo encaje de bolillos. Queremos nuestra conciliación, #YoNoRenuncio

Estaré el próximo sábado 27 a las 12:00h. frente al Parlamento junto a un buen número de madres navarras que solo queremos igualdad real y efectiva, y que se reconozcan nuestros derechos.

Porque, señora Barkos, nosotras queremos únicamente lo que es nuestro, y nos lo va a tener que dar.

Sara Climent

Responsable de Mujer e Igualdad de Ciudadanos Navarra