*Artículo de Fernando Sesma, Responsable del Grupo de Cultura de Ciudadanos Navarra publicado el 30 de noviembre de 2016 en el Diario de Navarra

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El día 3 de diciembre todos los navarros y navarras tenemos mucho que celebrar. El Parlamento de Navarra declaró la citada fecha como Día de Navarra, por Ley Foral 18 del año 1985. Sabemos que no fue una fecha elegida al azar, sino que estaba respaldada por una veterana tradición en Navarra, que data al menos de comienzos del siglo XVII, de conmemorar la fecha de la muerte de uno de los más grandes navarros de todos los tiempos, San Francisco Javier. Un hombre de su tiempo, un hombre de fe, universal porque estaba abierto al mundo, que tuvo una vida de servicio a los demás en cualquier tierra en la que se encontrara, por lejana que ésta fuera.

La muerte lo sorprendió en 1552 en China y se dice, verdad o leyenda, que sus últimas palabras y su oración final fueron pronunciadas en la que posiblemente fue su lengua materna, el vasco. De ahí que la fecha se empleara desde 1949 como Día del Euskera y que el Gobierno Vasco y la Real Academia de la Lengua Vasca–Euskaltzaindia la institucionalizaran en el año 1995 como Día Internacional del Euskera. En su mencionado origen, tan solo se celebraba en el País Vasco francés y en países americanos donde estaban implantadas colonias vascas. Tras caer la celebración casi en el olvido, recientemente ha vuelto a ser impulsada por las citadas instituciones.

En su infancia y juventud, nuestro Santo padeció la culminación de las luchas fratricidas en ese largo conflicto civil entre agramonteses y beaumonteses y vio cómo, en esa ambición de los reinos hispánicos y franceses por hacerse con el poder, su padre y hermanos luchaban infructuosamente por mantener a Navarra como reino independiente. De hecho, suponemos que sintiéndose casi huérfano de patria se inscribió en la Universidad de París como “cantaber”, que debía ser en la época una forma culta de referirse a aquellas personas que se expresaban en lengua vasca.

A pesar de ello, tuvo un corazón grande y generoso para entablar allí en París una relación espiritual con Ignacio de Loyola, ese hombre de armas al servicio de Castilla, que cayó herido en 1521 defendiendo el Castillo de Pamplona de las tropas francesas que apoyaban a Juan de Albret, en las que precisamente participaban los hermanos de Francisco de Javier.

Hoy, en 2016, sin perder de vista nuestra historia, los navarros tenemos que mirar hacia delante, siendo conscientes de ese ímpetu imparable de la ciudadanía, su capacidad de emprendimiento, su generosidad, su capacidad de acogida a quien viene de fuera de nuestra Comunidad.

Debemos congratularnos de tener un marco institucional propio, auspiciado por el Amejoramiento del Fuero y amparado por la Constitución Española de 1978. Navarros con vocación de solidaridad con todos los pueblos de España y muy en especial con nuestros vecinos vascos, riojanos y aragoneses. Y también con vocación europea, más allá de los Pirineos, con especiales lazos de unión con la otra Navarra, la de ultrapuertos.

Y también debemos enorgullecernos de nuestras lenguas, heredadas de las generaciones anteriores, verdaderos vehículos de comunicación, que jamás deben ser empleadas como armas arrojadizas de unos navarros contra otros. Castellano y Euskera (o “Lingua navarrorum”, Vascuence, Vasco, Uskara, Eusquera, Euskara u otras muchas denominaciones) son patrimonio de todos. Y tal como nos demostró en el pasado el políglota San Francisco Javier, que requería de las lenguas para su misión, hoy en día también tenemos que ser capaces de hacer que las nuevas generaciones de navarros dominen esa lengua franca en la que se ha convertido el Inglés en la actualidad.

En definitiva, todo que celebrar en esta fecha del 3 de diciembre, con la vista puesta en una Navarra unida, próspera y solidaria, con España, Europa y abierta al mundo.

¡Felicidades! ¡Zorionak!