Ciudadanos,
Me quiero dirigir a quienes comparten conmigo un proyecto de país con el fin de expresar el orgullo que siento al compartir territorio, derechos y obligaciones con todos vosotros. Realmente poder decidir el futuro de nuestra nación de manera democrática, expresando nuestras opiniones mediante el voto y respetando las mayorías es una hermosa demostración de civismo.
Y deseo que así sea durante muchos años más. Yo puedo prometer que no cogeré ninguna rabieta si soy minoría, tomando la decisión de escindirme de la unión que todos conocemos como España. Seguiré contribuyendo de manera rigurosa con mis impuestos a que juntos disfrutemos de medios que faciliten nuestra convivencia. No os faltaré al respeto quebrantando la ley, y el mismo respeto que os tengo, os lo exigiré a vosotros, y si alguno faltare al mismo, caiga sobre él el peso de la ley. Especialmente si nos representa en las instituciones públicas: esa persona sea apartada, condenada y establézcanse medidas de prevención. Entre mis deseos también se haya la libertad para decidir mi destino, poder enriquecerme de manera justa una vez haya aportado mi parte para su justa redistribución en ayudas sociales, que de no tener suerte en la vida igual las podría necesitar yo, y tener la posibilidad de dedicarme a la iniciativa privada sin excesiva intervención del Estado.
Pero este compromiso en nuestra democracia se debe canalizar a través de partidos políticos, cuyos resultados porcentuales originan un peculiar reparto de escaños (a mi juicio, de manera muy injusta) que a su vez dirimen qué mayorías dirigen el timón de nuestra nación durante cuatro años y que minorías aceptan su papel de oposición. Así debo buscar qué formación es para mí el instrumento de canalización más adecuado. Es entonces cuando un político joven, catalán, rodeado de un equipo magnífico habla sobre la defensa de la unidad de España, del respeto a la ley, de la reforma de la ley electoral para que todos los españoles sean iguales, y no unos “más iguales que otros”. Este último principio también quiere aplicarlo a las distintas regiones de España, que todas sean iguales y solidarias entre sí, como ya lo son los españoles. Proclama un cambio desde el centro, como otro ya lideró Adolfo Suárez y la UCD en uno de los más formidables episodios de concordia que ha presenciado la Humanidad, con progresismo en lo social y liberalismo en lo económico… Y por último y para mí lo más importante: una reforma profundísima de la Administración Pública para eliminar duplicidades, poner medidas reales contra la corrupción y la independencia efectiva del Poder Judicial. Es como si alguien sintetizara todos mis anhelos políticos en un ideario de un partido nuevo, sin “mochila” y con mucha dosis de sensatez. Sí, yo a ti te voto, Albert.
Conciudadanos, si sentís lo mismo que siento yo, deseo que entre una inmensa marea naranja, podamos encontrarnos.
Firmado,
Santiago Blanco Rey