Algo está cambiando.
Las fichas del tablero ya no siguen las órdenes de los dos jugadores. Los calculados movimientos de los contendientes, hasta ahora infalibles, se muestran repentinamente ineficaces para guiar a su rebaño en la contienda frente al eterno rival.
De repente, un escalofrío recorre el cuerpo del Jugador 1, que por primera vez en años aparta la mirada de su antagónico compañero de mesa para dirigir su atención a lo que está sucediendo en el tablero. En ese instante, comprueba horrorizado como la torre negra, a pesar de haber accedido a territorio enemigo, está compartiendo su recuadro con el caballo blanco, al que según las órdenes recibidas debía derribar.
-¿Por qué no sigues mis instrucciones y derribas al caballo? ¿Acaso no quieres ganar la partida?- Pregunta estupefacto el Jugador 1 a la torre negra.
La pequeña ficha, con voz tímida, le responde:
-Porque estoy cansada de derribar a mis compañeras para que tú ganes una partida que lleva mucho tiempo perdida. Llevamos años luchando en una guerra sin cuartel. Se nos ha obligado a elegir entre ser blancas o negras. Se nos ha dicho que debíamos enfrentarnos con quien no fuese de nuestro mismo color. Se nos ha asegurado que si éramos obedientes tendríamos todo aquello que necesitásemos. Y no sólo no tenemos lo prometido, sino que cada día tenemos menos. Y tú tienes más.
Las palabras de la pequeña ficha hacen que el Jugador 1 se revuelva en su asiento. El Jugador 2 despierta de su letargo y mira preocupado al Jugador 1.
-¿Quieres que ordene a mi alfil que derribe a tu torre? – le pregunta.
La inesperada intervención del Jugador 2 provoca que otras muchas fichas del tablero, de ambos colores, acudan a escoltar a la torre negra.
¡Insensatas! – exclaman ambos jugadores al unísono. -Si no seguís nuestras instrucciones gobernará el caos.-
De entre el tumulto de fichas asoma nuevamente la torre negra, que ahora sí, con voz firme y segura, dice:
En este tablero hay recuadros para todas. No necesitamos enfrentarnos, sino convivir.
No somos súbditos, somos Ciudadanos. Y juntos, sólo juntos, ganaremos la partida.