“Non abiatte paura”, proclamó Juan Pablo II en el discurso que inauguró su pontificado, el ya lejano 22 de Octubre de 1978.

“No tengáis miedo”, debemos pedir sin disimulo a los navarros al afrontar un proceso electoral que ha de ser decisivo para su devenir futuro. “Como todos”, se dirá. Sin duda, pero éste en mayor grado.

Y debemos pedir a los navarros que no tengan miedo, porque en política el recurso al miedo es simple. Apelar a las emociones más atávicas es sencillo, mientras que el discurso coherente y racional, el que apela a los hechos, a sus causas y consecuencias, es difícil de articular y mucho más difícil de transmitir. Y aún se hace más complicado cuando el otro, el del temor a los cambios, al replanteamiento de los dogmas y de las voces ancestrales, ha sido un discurso eficaz para ganar elecciones. Hasta hoy.

El paisaje político navarro no ha sido nunca cómodo de transitar. Hubo años de plomo. Siempre demasiados. La progresiva dilución del terror, en vez de conducir a la concordia, y llevar el antagonismo político al campo del leal intercambio de ideas y acciones, se ha visto seguida de una fractura que ha devenido en inquinas personales apenas disimuladas, y que ha arruinado toda una legislatura, desastrosa desde el punto de vista político y extremadamente desagradable desde todos los demás. Y curiosamente, cuando menos miedo debería haber (aunque quizá todavía convenga la precaución) es cuando con más soltura se está recurriendo al temor, a la descalificación, al pugilato barriobajero de la ofensa por la ofensa y la mentira por la mentira.

“No tengáis miedo”, debemos pedir a los navarros. No tengáis miedo a la evolución sensata, al progreso meditado y razonable. No tengáis miedo a valorar nuestras propuestas por lo que son, y no por lo que desde una u otra sede os digan que opinéis de ellas. No tengáis miedo a fiaros de vuestro criterio, en vez de jalear los lemas que se dictan desde las viejas poltronas, o desde los novísimos círculos de la disrupción. No tengáis miedo a levantaros contra los dogmas falaces, repetidos una y mil veces hasta convertirlos en verdades absolutas. No tengáis miedo a hablar, a preguntar, a preguntaros, a preguntarnos.

No tengáis miedo. Nadie tiene derecho a llamar a nadie buen o mal navarro por pensar por sí mismo. No se es mejor navarro por parapetarse tras este o aquel bastión identitario cuando pintan bastos o se le pilla a uno en renuncio. Se es buen navarro en la medida en que se trabaja con ahínco, con seriedad, con pasión, por convertir esta tierra en una tierra más decente y prospera. Se es buen navarro cuando se llevan la paz, la verdad, la honradez y la solidaridad como un blasón. Se es buen navarro cuando se cuida del patrimonio común como se cuida del rebaño en la Bardena o de la casa del padre en el Baztán; Se es buen navarro cuando se defienden valientemente los valores que nos hicieron ser respetados en España y en el mundo como gente leal, quizá un tanto adusta, pero noble de corazón y valerosos en cualquier empresa.

navarra

No tengáis miedo, navarros. No os dejéis engañar. Lo que hace verdaderamente grande a Navarra son sus mujeres y sus hombres. Ninguna otra cosa.

ALFREDO ARZMENDI UBANELL (@alfarizmendi), Candidato nº 5 al Parlamento de Navarra por Ciudadanos – Partido de la Ciudadanía.