Con esas palabras, el fiel Sancho intentó en vano que su Señor apreciase la realidad de lo que tenía delante. Aquello que Don Quijote veía como temibles gigantes, no eran sino simples molinos de viento.

A todos nos ha divertido la perseverancia y obstinación de D. Alonso Quijano en su célebre parábola. ¿Quién en su sano juicio puede confundir un gigante con un molino? Cualquiera puede darse cuenta de algo tan obvio -nos decimos-, al mismo tiempo que nos sentimos orgullosos de no haber caído en el error de un viejo loco.

Pero, ¿realmente estaba loco D. Quijote?  No olvidemos que quien busca decididamente la verdad corre el riesgo de encontrarla. Y, si bien Don Quijote no encontró lo que buscaba, al menos fue fiel a su espíritu noble e intentó ver donde otros no veían.

Desgraciadamente, en los últimos años aquella búsqueda de la verdad de la que hizo gala el célebre hidalgo ha cotizado a la baja. Nos hemos conformado con una clase política que ha hecho con este país lo que le ha dado la gana. Hemos legitimado y amparado elección tras elección, programa tras programa, cada uno de sus movimientos. Y lo único que hemos obtenido como resultado son muchas mentiras, medias verdades y programas que ni siquiera han llegado a la categoría de papel mojado.

Cegados por la pereza y el conformismo, hemos renunciado a exigir cuentas a nuestros políticos, y a reclamar que estuviesen ahí personas con más mérito que ser “amigo de” o buen pelotillero del cacique de turno. Nos hemos dedicado a agarrar fuerte nuestro bolsillo y hemos mirado para otro lado. Ande yo caliente y ríase la gente. Y claro, de aquellos polvos estos lodos.

Pero, como dice el refrán, más vale tarde que nunca. La ciudadanía ha dicho basta. Tras muchos años de promesas incumplidas, y en el contexto de una brutal crisis económica que ha generado muchos pobres y más ricos, hemos dirigido nuevamente la mirada a aquel lugar del que nunca debimos apartarla.

A ello ha contribuido decididamente, sin duda, la labor de una Justicia que quiere luchar por serlo, y que ha puesto al descubierto las cloacas infectas del bipartidismo. También ha sido vital el compromiso de una ciudadanía que quiere enmendar su error y contribuir, ahora sí, a dignificar la política y nuestras instituciones.

Los sondeos, enemigos de la prudencia, anuncian la apuesta clara de la ciudadanía española por dar voz a aquellas fuerzas políticas que defienden nuevas formas y valores. Aún queda mucho  camino por recorrer. Pero no cabe duda de que los ciudadanos han captado el mensaje. Queremos sentirnos nuevamente dueños y señores de nuestra democracia. La soberanía popular quiere hablar, y que se le escuche.

Es nuestra hora. Hemos derribado por fin el telón que ocultaba a nuestros gigantes. Aquel telón que nos ha cegado durante años, y que el honorable Don Quijote quiso burlar en su incansable batalla por hallar la verdad.

Se avecina una oleada de insultos y ataques hacia nosotros. Pero no necesitamos en esta batalla más armas que nobleza y verdad. Unidos lograremos llevar nuevamente a este país al lugar que se merece.

Adelante Ciudadanos, ¡qué no son gigantes, qué sólo son molinos!