Mínimo dos al año. Uno en el Camp Nou y otro en el Santiago Bernabéu, o en el orden inverso. Miles de personas en las gradas, millones de personas pegadas a la pantalla del televisor y cientos de millones de euros moviéndose por todo el mundo en torno al Clásico de la Liga de Fútbol Profesional. Pero lo más importante: la ilusión de la gente, seguidores de los dos mejores equipos del mundo. Ahora, imagínense que vivimos uno de los mayores escándalos de amaño en el fútbol y descubrimos que ambos Clásicos de una temporada eran mentira. Puro teatro. Entradas de fútbol, contratos televisivos y cientos de millones de euros estafados. Y de nuevo lo más relevante gira en torno a la ilusión: gente cuyos sentimientos han sido utilizados para montar un monumental engaño.
Aterricemos en este punto en nuestro sistema universitario. Escuchamos hablar a políticos y responsables dirigentes de los Rectorados y Decanatos alabando las virtudes de nuestra Universidad española. Ránquines, exámenes de acceso, miles de personas comparando facultades y eligiendo centro educativo de Enseñanza Superior para pagar luego la matrícula por sus propios medios económicos o con la ayuda de becas públicas o privadas… Y una vez más, lo importante, la ilusión. Miles de adolescentes entusiasmados buscando la llave de un futuro prometedor. Insisto en imaginar. ¿Cómo acercarse, si no?
Nos encontramos en un mundo paralelo inexistente, llamémoslo Estudilandia. En dicho mundo, le dicen a usted que ninguna de las universidades españolas se halla entre las cien primeras del mundo. Que esos dirigentes de Rectorados y Decanatos se eligen respetando el principio de la endogamia más absoluta, existiendo auténticas sagas en nuestras universidades. Que hay becas que se entregan para tareas que tienen unas condiciones que no se respetan (como la obligación de realizar el trabajo de manera presencial, por poner un ejemplo). Que hay planes de modernización redactados en una ciudad europea, qué sé yo, Bolonia, y que no se implantan de manera adecuada. Y que, además, en vez de invertir nuestros políticos (que se suponen que nos estarían representando) en mejoras para subsanar estos errores del sistema, recortan el presupuesto para mantener estructuras estatales inútiles como el Senado o Diputaciones decimonónicas obsoletas. Repito, en un mundo paralelo, recuerde que estamos imaginando.
Porque de nuevo nos adentramos en lo más importante: muchos jóvenes estarían siendo estafados. En ese mundo paralelo suponemos que esa frustración de verse engañados de esta manera nos llevaría inevitablemente a alguna suerte de consecuencia. Suponemos que habría quejas. Habría ganas de eliminar a quienes estafan, como todos ustedes considerarán evidente. Pero la queja debería dejar paso a la propuesta. Es entonces cuando entra en escena Naranjito (estamos imaginando, lamento ser pesado pero he de hacer hincapié) y da respuesta a los deseos de los estudiantes de Estudilandia que inevitablemente pasan por colocar nuestras universidades entre las mejores del mundo. En la Liga de las Estrellas. Como podría suceder en el fútbol, querría Naranjito que la gente que tiene ilusión, la tenga por expectativas reales. Y esto es lo más importante.